martes, 20 de febrero de 2018

LOS DERECHOS SOBRE LA TIERRA, DEBIERAN SER COMO LOS DEL AIRE

Por molesto que para algunas personas resulte, volver sobre el tema, es una obligación de quienes como yo, rondan los setenta años, tienen tiempo, el conocimiento y la experiencia que da la vida como para fijar, al respecto, una posición firme, respaldada por argumentos sólidos desprovistos de intereses mezquinos. Nada bueno ocurrirá si como ya lo he manifestado, no se toman urgentes medidas para retrotraer la entrega de tierras fiscales a latifundistas, terratenientes, monopolios y corporaciones. Los tiempos que corren así lo exigen. Existen enormes porciones de tierra en manos de unos pocos, las mejores, las más productivas, las más ricas, las más estratégicas, las que una vez entregadas, solo le han dejado migajas a las arcas de los estados provinciales y al país todo. En aras de aumentar las posibilidades laborales, de mejorar los ingresos fiscales, de ejercer soberanía, se han ido entregando las reservas, las riquezas y la soberanía, empujando paulatinamente a los nativos a la esclavitud, a la pobreza, a la miseria. Hablar por hablar de nada sirve. Hay que legislar de manera que se recuperen las tierras y se las redistribuya de manera equitativa, a cada uno de quienes la necesiten para su explotación, sin que se puedan obtener para otros fines, sin que la entrega signifique propiedad y sin que los derechos sobre las mismas se puedan transmitir. Al respecto deberá confeccionarse un padrón nacional donde se encuentren inscriptos todos y cada uno de quienes han sido beneficiados, circunstancia que también permitiría la obtención de créditos blandos para la compra de maquinarias, insumos, etcétera. Ese es el espíritu que debe primar. Somos un poco más de cuarenta millones, ocupando uno de los países de mayor superficie en el mundo y nuestros hijos ya no tienen lugar para vivir y desarrollarse en este suelo. ¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que podamos llegar a ser cien millones si no hay espacio para cuarenta? ¿Cómo es posible que no podamos contar a los veintiún años, con un lote de veinte metros por cuarenta, que permita a quienes elijan vivir en las ciudades, levantar la vivienda propia?  ¿Cómo es posible que aquellos jóvenes que nacen y se crían en zonas rurales, o aquellos que optan vivir allí, no puedan desarrollárse en ellas, no puedan volcar los conocimientos adquiridos, desarraigándose, desechando sus conocimientos, para terminar conformando el cinturón de las ciudades en calidad de desocupados, incapacitados, marginados. Ahora bien, no es tan difícil interpretar la situación, como tampoco diagnosticar la misma, así, surge la reflexión: ¿Somos tan indolentes que no hacemos nada para resolverla? o acaso ¿Es tan grande nuestra dependencia y compromiso con los poderes económicos que nos impiden tomar una determinación inmediata? ¿No vemos que con nuestras actitudes del presente, entregamos a la pobreza, a la miseria, a la esclavitud, a nuestros descendientes? Sería bueno que de una vez por todas nos pusiéramos los pantalones largos y, sin otro objetivo que legislar para nuestra posteridad, adoptáramos las urgentes acciones tendientes a elaborar una ley que nos permita recuperar la soberanía nacional sobre la tierra y su redistribución conforme una nueva planificación de pueblos, ciudades y campesinados, resguardando los intereses limítrofes, marítimos, lacustres, aéreos y subterráneos para el Estado. Mantener las cosas como están, me permite aseverar que, mas temprano que tarde, nos veremos enfrentados a situaciones similares a las vividas en el año 2001, pero mucho más graves, porque el tiempo pasa y la olla continúa levantando presión. Insisto, nada se hace para resolver de forma urgente la deuda histórica con los nacidos en Argentina, nada se hace para saldar la deuda con los pueblos del mundo convocados desde siempre para vivir aquí. Se discursa, se aplican paliativos, se adoptan medidas superficiales, pero la medida soberana del BICENTENARIO, no se adopta, se sigue postergando la tan necesaria y refundacional REFORMA AGRARIA.